“Los libros se amontonan a su alrededor en columnas torcidas
que amenazan con caerse, solo la luz del ordenador ilumina la estancia, unos
ojos vacíos miran la pantalla mientras sus dedos, que parecen tener vida
propia, aporrean el teclado, escribiendo y borrando, escribiendo y borrando,
escribiendo y borrando… tiene que acabarlo, la entrega es dentro de dos horas y
el final la está matando. El móvil vibra cada cinco o diez minutos, no le hace
caso, ya sabe quién es, sabe que dicen los mensajes, lleva toda la noche igual.
Date prisa, date prisa, hay que entregarlo ya. No se da cuenta de que eso hace
que vaya más lenta, pero ya no le hace caso, solo importa terminarlo, que el
final sea perfecto y a la vez insustituible. Solo importa eso.”
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