La nieve caía lenta pero insistentemente, al poco rato de haber comenzado la nevada el suelo ya estaba cubierto por lo que parecía una alfombra enorme. Todo se había vuelto de color blanco y negro, no había ni rastro de los demás colores. Los árboles, los coches, las farolas, todo estaba cubierto, incluso los paraguas de los transeúntes parecían haber perdido su color.
A lo lejos se divisaba a una chica con un vestido amarillo, intentando no perder el color, no llevaba paraguas, parecía sentirse bien con el tacto de la nieve en su cara. De pronto una bola de nieve chocó contra su espalda. Se dio la vuelta, un chico le sonreía mientras lanzaba hacia arriba otra bola de nieve cogiéndola en el aire, la chica sonrió y se agachó para contraatacar. Tras un rato de proyectiles por uno y otro lado acabaron acercándose lo bastante como para que el chico la agarrase y la levantase. Ella comenzó a reírse mientras intentaba soltarse pero no podía, él la tenía firmemente agarrada por la espalda y las piernas, acerco su cara a la del chico y le besó. Él, sorprendido, la soltó y se quedó mirando como le sonreía. Ella se acercó y le acarició la mejilla. Él puso su mano en la cara de la chica y acercó los labios a los de ella fundiéndolos en un dulce beso. Se separaron lentamente mirándose a los ojos. No volverían a fijarse en otros ojos que no fueran los que estaban viendo en ese momento, ya no.
Pasaron los años... y el chico volvió a sujetar la espalda y las piernas de la bella chica entre sus brazos, más bien se aferraba a ello. Pero el escenario cambió, ya no nevaba ni estaban al aire libre, sino que estaban subiendo una escalera enormemente larga donde no se divisaba el final. El chico con gran ahínco conducía a esa bella chica que tenia en sus brazos hasta el final de la Gran Escalera, peldaño tras peldaño, seguían subiendo, una y otra vez, seguían avanzando, hasta que por fin llegaron al final de la gran travesía. Allí deslumbraron una puerta un tanto extraña, cuyos bordes tenían como arreglos florales, el pomo era una Violeta Azul y la puerta era ancha y absurdamente alta. La chica sin bajarse de los brazos de "su príncipe" se acercó a la puerta para abrirla. Fin.
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